Para todos y cada uno de los amantes del Patrimonio Artístico de Andalucia, el Cristo del Muy santo o bien del Cementerio de Gibraleón, en Huelva, es una pieza clave.

La historia comenzó cuando el estilo gótico alteró el prototipo iconográfico empleado por los imagineros románicos del siglo XII que presentaron un Cristo Majestad triunfante de expresión sosiega y frontalidad solemne, indiferente al calvario.

A partir del siglo XIV se quiso manifestar la condición humana de J. y se usaron de forma naturalista todos aquellos recursos que apelaban al dolor y al sufrimiento sufrido en el Suplicio.

Ahora, el dramatismo brota en el semblante y quiebra la composición al parar de tener el Salvador los brazos alineados con el larguero y arquear las piernas.Los símbolos de la pasión se alteran del mismo modo.

La cruz plana, trono de gloria, dejó paso a la arbórea, que presenta burdamente los nudos y las cortezas de la realidad vegetal; los 4 clavos se reemplazan por 3, puesto que forzaban más la postura del cuerpo; la corona real es suplantada por la infamante de espinas; y la túnica por un sudario que le deja el torso desvisto.

Esta fórmula fue empleada en Andalucia en una refulgente serie de crucifijos medievales, llamados dolorosos, donde prima el sentimiento sobre la anatomía. Sus representantes más bellos se hallan en la localidad de Sanlúcar la Mayor (Cristo de la Parroquia de San pedro) y en la Diputación de Córdoba (Cristo de las M.).

El Cristo del Muy santo o bien del Cementerio de Gibraleón es una obra anónima, salida de algún taller escultórico hispalense a fines del siglo XIV.

Ignoramos de qué forma llegó a Gibraleón y cuál fue su primitivo título. El nombre actual es moderno y le fue impuesto en mil ochocientos setenta y nueve, por los hermanos del Muy santo, de la parroquia de la ciudad de Santiago, cuando, al prohibirse los enterramientos en las iglesias por medidas higiénicas y pasarse a inhumar a los fallecidos en los cementerios municipales, decidieron edificar un panteón en el camposanto para empleo de los cofrades y una capilla encabezada por este Cristo.

En mil novecientos ochenta y uno, tras un siglo de permanencia en el cementerio de Gibraleón, donde el pueblo le rebautizó como el Cristo del Cementerio, fue restaurado por el municipio y trasladado a sus Casas Consistoriales.

En un Crucificado de bulto redondo, está tallado en madera policromada y mide ciento sesenta metros. Se fija a una cruz arbórea a través de 3 clavos, uno en todos y cada mano y el tercero atravesando los pies.

Sobre la cabeza porta una corona sogueda, en la que se ensartarían espinas naturales o bien metálicas.

El sudario, de profundos pliegues, le llega hasta las rodillas. La herida del costado que le produjo el centurión proclama que ha muerto.

Al hilo de su defunción, el artista ha exacerbado los rasgos agónicos: brazos desplomados y piernas flexionadas por el peso del cuerpo, manos crispadas, costillas pronunciadas y expresivo ademán de dolor.

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